¿El negocio tiene la última palabra?

Hace un tiempo tuvimos una conversa con algunos del equipo, donde nos cuestionábamos quién tiene la última palabra respecto a alguna decisión, si el equipo de desarrollo o si el cliente (o su representante, que podría ser el PO). Creo que es una conversación recurrente en distintos foros, meetups, etc., incluso algo de esto conversé en este post, pero me quiero quedar con algunas reflexiones particulares de esta charla:

Cuando surgen estas discusiones tech vs business, ¿quién tiene la ultima palabra?

Opiniones

Desde negocio muchas veces se justifica que es preferible sacar algo con poca calidad con tal de sacar algo, ya sea por presiones, o porque es para validar alguna idea. Desde lo técnico, pasa que los equipos típicamente no se sienten cómodos liberando un producto que tiene comportamientos “buggy”. Entonces, ¿cómo nos ponemos de acuerdo?

Varios opinaron algo como esto: debería haber un PO o algún responsable que esté por arriba de las áreas, y que tome una decisión final. Quien tiene la última palabra es quien pone la plata (que no quita que una semana después venga el requerimiento para cambiarlo porque les terminó dando mas problemas de lo que pensaban).

Otro aporte que me resultó interesante fue este: Los técnicos somos como asesores que identificamos issues y riesgos en los procesos y buscamos las mejores prácticas, pero business es el que tiene la última palabra si se libera o no con el nivel de calidad reportado, asumiendo el riesgo que esto tenga.

Peopleware (Tom DeMarco)

A todo esto que me resulta súper interesante, quiero sumar algo que me gustó mucho en el libro Peopleware, Productive Projects and Teams que estoy leyendo ahora. Habla en cierta parte de la discusión si invertir en calidad según lo indique el negocio o según lo indiquen los “builders”. Esto lo platea incluso pensando en la motivación de los builders, ya que a nadie le gusta liberar cosas que no te hacen sentir orgulloso, ¿no? y esto el autor lo asocia a la productividad.

Uno piensa que para construir con más calidad es necesario producir “más despacio” … pero eso es solo mirando el corto plazo. Copio a continuación algunos párrafos del libro, y en particular la última parte incluye un ejemplo muy bueno sobre por qué está mal pensar que producir con calidad es opuesto a productividad, sino que todo lo contrario, están directamente asociados.

We managers tend to think of quality as just another attribute of the product, something that may be supplied in varying degrees according to the needs of the marketplace.

The builders’ view of quality, on the other hand, is very different. Since their self-esteem is strongly tied to the quality of the product, they tend to impose quality standards of their own. The minimum that will satisfy them is more or less the best quality they have achieved in the past. This is invariably a higher standard than what the market requires and is willing to pay for.

We have to assume that the people who pay for our work are of sound enough mind to make a sensible trade-off between quality and cost. The point here is that the client’s perceived needs for quality in the product are often not as great as those of the builder.

A market-derived quality standard seems to make good sense only as long as you ignore the effect on the builder’s attitude and effectiveness. In the long run, market-based quality costs more. The lesson here is, Quality, far beyond that required by the end user, is a means to higher productivity.

If you doubt that notion, imagine the following gedankenexperiment: Ask a hundred people on the street what organization or culture or nation is famous for high quality. We predict that more than half the people today would answer, “Japan.” Now ask a different hundred people what organization or culture or nation is famous for high productivity. Again, the majority can be expected to mention, “Japan.” The nation that is an acknowledged quality leader is also known for its high productivity. Wait a minute. How is it possible that higher quality coexists with higher productivity? That flies in the face of the common wisdom that adding quality to a product means you pay more to build it. For a clue, read the words of Tajima and Matsubara, two of the most respected commentators on the Japanese phenomenon: The trade-off between price and quality does not exist in Japan. Rather, the idea that high quality brings on cost reduction is widely accepted.

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